El momento en que la Educación Parvularia chilena toma forma de institución del Estado.
Copiapó, (@JUNJI_Atacama). En los inicios de la década 1970, el país vivía importantes transformaciones a nivel social, que fueron la antesala de la génesis de nuestra actual Junta Nacional de Jardines Infantiles, institución que tuvo su creación con la promulgación de la Ley N° 17.301 y en el reconocimiento concreto del Estado a la infancia; elemento que se mantiene presente hasta nuestros días. La Junji, se proyecta como el único servicio –de carácter nacional y público- de Sudamérica, encargado de brindar Educación Inicial de acceso gratuito a gran parte del país.
Transcurría el otoño de 1970 y el Presidente de la República Eduardo Frei Montalva junto a su Ministro de Educación Máximo Pacheco Gómez; ratificaban la creación de Junji en un acto celebrado en el Palacio de La Moneda el 22 de abril.
La prensa escrita de esos años, informaba que el evento contó con una amplia concurrencia, que incluía a diversas personalidades del mundo público y político, rectores de universidades, académicas y académicos representados por la Directora de la Escuela de Educadoras de Párvulos de la Universidad de Chile, Rebeca Soltanovic de Stein y dirigentes y dirigentas sociales de juntas de vecinos y centros de madres de Santiago, personificados en el discurso de la Rosa Chacón, presidenta de la Unión Comunal de San Miguel. La primera vicepresidenta ejecutiva de la institución fue la educadora Carmen Fischer. Prosiguieron con esta gestión, la educadora Fidelia Herrera y el médico pediatra Manuel Ipinza.
En la región de Atacama, la Junji arriba en el año 1972, cuando se funda el Jardín Infantil “Piolin”, en la populosa población Cartabio de Copiapó. Este sector de la capital regional surgido a comienzos de 1960, fue una de las primeras poblaciones fundadas por habitabilidad espontánea y sus pobladores mayoritariamente pertenecían a obreros y obreras de la incipiente industria local.
El establecimiento comenzó a atender un grupo de párvulos provenientes de la Población Cartabio y el sector Chanchoquin, de edades que fluctuaban entre los dos y tres años, a cargo de una educadora de párvulos y dos técnicas asistentes de párvulos y manipuladoras de alimentos.
Relata la profesional María Cristina Becerra, que en esa época, las familias apoyaban constantemente la labor educativa, integrando al jardín infantil en la vida social del sector. Recuerda que en esos años, tuvo que asumir la dirección del establecimiento y que esto incluía el cálculo de raciones para la alimentación de las niñas y niños, aporte que era fundamental para avanzar en la erradicación de la desnutrición que afectaba a la población infantil.
“Tuve que utilizar los contenidos que adquirí en la universidad y con la ayuda de mi familia, particularmente de mi madre, aprendí a racionar los alimentos y generar minutas diarias. Recibíamos la entrega de alimentos por parte de una organización estadounidense que subsidiaba el programa alimentario. En esta tarea, conté con el apoyo del equipo del jardín y de las familias, quienes estaban muy conscientes de nuestra labor educacional beneficiosa para las niñas y niños”.
Por otra parte, en esos años el establecimiento brindaba atención gratuita a los hijos e hijas de los estudiantes de la sede Inacap, que históricamente ha funcionado en este sector de la comuna.
La atención de párvulos fue creciendo sustantivamente en los primeros años de la década del 70. En la Provincia del Huasco comenzó a funcionar en forma casi paralela los establecimientos “Pelusita” y “Naranjito”. El primero resultó del acondicionamiento de la sede vecinal de la población Hermanos Carrera. Inicialmente, en un terreno ubicado al interior del antiguo Hospítal de Vallenar por calle Marañón, comenzó a atender el Jardín Infantil “Naranjito” y su nombre se debe al diminutivo del apellido del filántropo serenense Nicolás Naranjo, quien donó el solar que albergó desde 1878 a 2007 a este centro asistencial.
En la década 1980, se sumaban al funcionamiento los programas educativos “Amanecer”, “Rabito” y “Campanitas”. En 1985, se abre un centro parvulario en Alto del Carmen. A fines de esta década, se suma un moderno recinto que alberga hasta nuestros días el Jardín Infantil “Caracolito”, vinculado a la Ampliación Aeropuerto en Chañaral.
Al fortalecimiento de la institución en Atacama, se sumaba la conformación de la Delegación Regional de Atacama, que inició su funcionamiento en 1974, teniendo como sede una sala del Jardín Infantil “Piolín”. En ese entonces, existía una delegación que agrupaba a las otroras provincias de Atacama y Coquimbo a cargo de Ana María Latorre.
En ese entonces, la supervisora técnica a cargo de nuestra actual región fue la educadora Lucía Henríquez Alcayaga, quien el 4 de noviembre de 1975, se convierte en la primera delegada regional y de esta forma la repartición fija su oficina en la capital regional. En esa época, se contaba con una sección técnica compuesta por una nutricionista, una asistente social y educadoras de párvulos.
De este equipo, fueron parte las primeras profesionales que dieron vida a la Escuela de Educadoras de Párvulos de la naciente Universidad de Atacama (1981). En esos años, gran parte de las profesionales que llegaban a ejercer a la zona, provenían de las sedes regionales de Antofagasta y La Serena de la Universidad de Chile, por lo que la instalación de la carrera en la casa de estudios local, contribuyó a ampliar la cobertura de atención educativa.
A partir de 1990, el servicio transforma estas delegaciones en direcciones regionales, asumiendo sucesivamente el cargo de director/a regional: Ghislaine Thonet, Juana Aracena, Guida Rojas, Anelice Véliz, Marcia Quezada, Silvia Álvarez, Marcela González, José Luis Matamala, Elena Martín y Luis Campusano. Dado el crecimiento de la cobertura de atención, en 1997 se crea la Coordinación Provincial de Huasco.
La realidad de Junji en sus comienzos era diametralmente distinta a la de nuestros días, los recursos eran más escasos, por lo que cada equipo pedagógico debía generar redes de apoyo que les permitieran atender diariamente brindando las máximas posibilidades para la enseñanza en el aula.
Sonia Castillo, nos cuenta que después de ejercer en un establecimiento de la población San Gregorio de Santiago, se trasladó a la zona, haciéndose cargo de un jardín infantil que comenzó a funcionar en un local que había sido asignado a la parroquia de la población Pedro León Gallo y que hoy alberga a su sede vecinal.
“Siendo muy joven asumo la dirección del Jardín Infantil “Lucerito”, con un equipo pedagógico que funcionó muy bien y que contó con el apoyo permanente de las vecinas y vecinos del sector, quienes se preocupaban de mantener el recinto en óptimas condiciones y que incluso, nos prestaban los equipos de música para los actos”.
En relación a la realidad social de las niñas y niños, nos comenta que una labor muy importante fue formar a las familias en pautas de crianzas respetuosas para la niñez, una etapa previa frente a la visibilización legal de la infancia por parte del Estado, la que se concreta con la suscripción de la Convención de Derechos de los Niños en 1990.
Margarita Vásquez, actual funcionaria de la dirección regional y vecina desde la fundación de la Población Pedro León Gallo, fue apoderada del “Lucerito”, nos narra que su participación voluntaria la fue compenetrando con la labor educativa que se desarrollaba en el establecimiento. La incorporación de su hija mayor Paula, le permitió aportar en un momento en donde se atendía a un grupo numeroso de niñas y niños, con menos personal que en la actualidad. Recuerda, que sí bien el espacio era muy humilde, lograba generar un ambiente muy familiar para las niñas y niños, en donde se contaba con la participación de las familias, que apoyaban en labores de mejoramiento del recinto.
Hoy a 50 años del nacimiento de Junji, observamos con alegría los logros alcanzados y esperamos los desafíos que abren paso al porvenir de la Educación Parvularia, en un contexto de dinamismo permanente. Nuestra historia relata una gran aventura que se anidó en los corazones de las niñas y niños, quienes han dibujado la trayectoria de la Junji, como una institución pública y germinada al alero de un país, movilizado por la infancia del Chile contemporáneo.