La actual directora del Jardín Infantil y Sala Cuna “EL Puente” de Lebu, provincia de Arauco, Región del Biobío, recuerda que desde su adolescencia estuvo preocupada por el bienestar de los niños y niñas, lo que la llevó a estudiar educación parvularia en la Universidad de Chile. “Al principio, sin mucha conciencia de lo que significaba ser educadora de párvulos, fui aprendiendo cómo nuestra labor es tan importante y significativa para la formación de seres humanos y comencé a enamorarme hasta el día de hoy”, enfatiza.
Y es que toda su vida profesional ha estado ligada a la JUNJI. Ingresó a la institución en 1981 para luego ser parte de un plan piloto con educadoras de párvulos recién egresadas, que buscaba que jardines infantiles fueran parte de los municipios en la comuna de Pudahuel-Santiago. Tras seis años trabajando en este proyecto pidió su traslado hasta su ciudad natal Lebu.
“Tuve tanta buena suerte que en 1988 inicié mis labores en el Jardín Infantil ‘El Puente de Lebu´. Por 29 años me desempeñé como subrogante y el 2017 asumí como encargada de mi querida unidad educativa que atiende a 116 niños y niñas y cuyo sello es preservar el entorno natural”. En esa línea, precisa que “las educadoras de párvulos sabemos con evidencias reales lo que significamos en el desarrollo de la infancia”.
Un claro ejemplo de ello ocurrió el 2016 “cuando egresó un grupo de párvulos con los cuales inicié el trabajo en sala cuna menor, y pude comprobar los aprendizajes adquiridos que en ocasiones impresionaban. Desde muy pequeños les enseñé a resolver conflictos a través del diálogo y ver después cómo lo solucionaban, me emocionó. Lo mismo al aplicar el Plan Nacional de Lectura, que me permitió ver a las niñas y niños con un nivel de vocabulario e imaginación que estremecía. Entonces, formarlos desde pequeños en la importancia de relacionarse a través del afecto y cómo ellos ya más grandes eran capaces de irradiar ternura, cariño, juego, diálogo, significa que la educación parvularia es valiosa”, releva la educadora de párvulos.
María Nela Fuentes asegura que la entrega diaria de cariño y alegría de las educadoras y técnicas es lo que impacta en la vida de los niños y niñas. “En la etapa que va de cero a cuatro años, ellos cuentan con una mente absorbente que trabaja sin descanso y hace suyo el entorno y la cultura en que crecen. Y ahí estamos las educadoras de párvulos, para entregarles lo mejor durante su infancia”.
Además, se emociona al agregar que “los frutos en todos estos años los recojo con el cariño que recibo de jóvenes que me recuerdan junto a sus familias. Cuando me encuentro con ex párvulos que hoy tienen 28-30 años, me dicen “yo nunca me olvidé de usted”, entonces yo pienso, no debí hacerlo tan mal. Y si le sumo el cariño con que me recuerdan las familias, siento que no me equivoqué y esto era lo que yo tenía que hacer”.
Renovación constante
Los años de experiencia han permitido a María Nela innovar y observar lo realizado, consciente de los distintos contextos y familias que acuden al jardín infantil. “El sentir que en todo se puede aportar, colaborar y aprender a convivir con la diversidad, es un aporte en beneficio de los párvulos, en donde como educadoras, apoyamos a las familias, guiándolas (…) es tan potente saber que depende de nosotras cambiar la vida a un ser humano”, explica.
Sin embargo, agrega, todo este trabajo es posible gracias a su equipo. Al asumir como directora su gran fortaleza y apoyo ha sido el compañerismo demostrado por su unidad. “El trabajo colaborativo y el compromiso de entregar una educación de calidad donde hay un grupo humano empoderado, ha significado estar en una renovación constante. Aprender a tolerar, compartir y convivir con diferencias nos ha impulsado a continuar sin complicaciones”, sostiene.
A ello agrega que su contribución es ser una educadora de párvulos “busquilla” de lo innovador, porque “siempre he sentido que se puede hacer más y que el tiempo es valioso, por lo tanto, no se puede perder”. “Los niños y niñas merecen lo mejor, por lo tanto, todo aquel educador y educadora que se designe como tal, debe buscar, investigar, renovar, revisar, incorporar y nunca detenerse. Es decir, amar el trabajo, comprometerse; no trabajamos con muebles ni maderas ni elementos, son seres humanos en formación y en eso no nos podemos equivocar”.
Finalmente, enfatiza que “la JUNJI es la mejor escuela que una educadora de párvulos y técnico en educación parvularia puede tener, porque nos da todas las oportunidades para que nuestro trabajo sea de calidad e innovador para nuestras niñas y niños”.